Javier, una historia de lucha trans.

A una corta edad, Javier ya sabía que había algo distinto en él. Al momento de hacer las filas de niños y niñas en el colegio, él no entendía porque no podía estar con los niños, no entendía por qué tenía que estar con las niñas.

Conocí a Javier Moron hace dos años, en una actividad del trabajo. Inmediatamente me generó confianza. No estoy segura si fue por su mirada dulce o su espontánea sonrisa. Estábamos en un taller con estudiantes universitarios sobre sensibilización con temática de diversidades sexuales y de género y él contaría su historia de vida al pertenecer a la población LGBTI+.

Inició contando que era médico, nacido y criado en la ciudad de Santa Cruz, pero profundamente enamorado de La Paz. Tiene una hermana y dos hermosos sobrinos. Nos contó cuánto ama a sus padres.

 

También nos relató lo difícil que fue la pubertad y los problemas que tuvo en la universidad; que era activista hace ya varios años y que era una persona transexual, una persona con una vivencia personal y profunda masculina, que había nacido en el cuerpo de una mujer…

Conocer a Javier dio un giro a mi perspectiva sobre la vida. Y tenerlo como amigo aporta a mi vida un millón de experiencias nuevas, que siempre son agradecidas. Él enseña sobre lo que es luchar por tus derechos, luchar por ser alguien en esta sociedad y tener una ciudadanía plena: marchas y huelgas para exigir respeto.

En 2016, Bolivia promulgó una ley pionera en los derechos de la población LGBTI+, la Ley 807 de Identidad de género, que permite que personas transexuales y transgénero puedan cambiar sus datos de género, imagen y nombre en sus documentos, permitiendo que puedan tener derechos que antes les eran negados.

En 2017 se presentó una acción de inconstitucionalidad abstracta que buscó anular dicha ley, lo que llevó a una parte de la población LGBTI+ y de activistas a hacer una huelga de hambre para evitar que se quiten nuevamente los derechos que tanto le costó  a la población trans. Lo consiguieron de cierta manera. Javier estuvo presente en ambos procesos.

Escuché a muchas personas comentar que la población LGBTI+ exige “tratos especiales” y que con la Ley 807 la población trans sólo busca “beneficios”.

Algo consternada acudí a mi amigo en un almuerzo que compartimos para escuchar su punto de vista al respecto. Con una expresión de ira y una risa sarcástica, me llamó a la reflexión: ¿Alquilar un departamento es privilegio?, ¿acceder a un préstamo bancario es privilegio?, ¿tener acceso a un servicio de salud digno y con respeto es privilegio? Inmediatamente respondí que no, porque es algo que se hace a diario en nuestra ciudad y las personas trans, antes de la ley, no podían hacerlo.

Lamentablemente, esta acción de inconstitucionalidad abstracta logró quitar cuatro derechos de esta ley pionera. Una ley tomada como referente en otros países para que personas trans tengan una ciudadanía plena.

Entre los derechos quitados, Javier me comentaba que le causa molestia la falta de confidencialidad al participar en un deporte. Relata que en la adolescencia él jugaba ping pong y que algún día le encantaría volver a practicar este deporte. Espera poder hacerlo mientras respeten su derecho a la confidencialidad. Actualmente, si quiere participar de una actividad deportiva tiene que informar que es una persona trans. Él asegura que no tiene mucho problema con eso, ya que es un activista visible, pero ¿y las personas trans que no son visibles? Tienen que pasar por esta vulneración.

En una charla reciente que tuvimos con Javier, entre cigarros y risas, me contaba cómo personas de la población trans antes de esta ley realizaban su cambio de datos en aproximadamente cinco años, tras un largo, doloroso y sobre todo caro juicio. Javier estuvo entre los primeros que pudo beneficiarse con la Ley 807 y realizar su cambio en un par de meses.

Con una risa traviesa, me contó lo que en realidad es una preocupación y un riesgo diario dentro de la población trans: “las hormonas chanchito”. Hormonas adquiridas en el mercado ilegal, más económicas, pero menos seguras. Como anécdota cuenta que cuando adquirió estas hormonas tuvo que terminar en el médico por dolores intensos y molestias. Ahora cuenta esto entre risas, pero imagino el dolor y preocupación por el que tuvo que pasar. Por un sinfín de razones, correr el riesgo de adquirir hormonas de mala calidad genera un daño a corto y largo plazo en sus cuerpos. Pasar por esto solo porque en nuestro país no hay especialistas que puedan realizar este tratamiento hormonal a las personas trans, es una injusticia. Javier siempre dice que auto medicarse, aparte de ser peligroso, es muy costoso. Además, terminan adquiriendo hormonas de mala calidad y con ello deteriorando su salud… Todo porque nuestro país no cuenta con normas en salud para la atencion digna y adecuada a personas con una identidad sexual diversa.

Tenemos avances importantes en nuestro país con respecto a los derechos de la población LGBTI+, pero aún hay un camino lleno de obstáculos por recorrer. Un protocolo en salud es lo que más reclama Javier para garantizar un buen servicio. Un tanto molesto me recalcó que no es necesario que los medicamentos y procedimientos sean gratuitos, que es lo que alegan muchas personas que están en contra de cualquier avance de la población LGBTI+.

El tiempo estimado de vida de las personas trans es aproximadamente de  35 años, esto podría mejorar, podrían tener una hormonizacion adecuada y un seguimiento a necesitades particulares, ¡ser ciudadanos de primera como todos merecemos!

Siempre que Javier me cuenta un poquito más de su experiencia de vida le agradezco profundamente. Ahora quiero agradecerle por permitirme contar algunas de sus experiencias y preocupaciones; expresar una vez más la admiración que tengo por su lucha.

Quiero agradecer a Javier y a todas las personas que fui conociendo en estos años por haber cambiado mi perspectiva de la vida. Javier es un ejemplo de fuerza y perseverencia, de valor al ser una persona trans visible en esta sociedad que aun no quiere entender tantas cosas. Javier es un ejemplo de amor y respeto.

A lo largo de estos dos años que llevo trabajando en una organización en defensa de los derechos de la población LGBTI+ pude escuchar muchas historias, algunas con un final feliz; caminos de lucha, momentos de desesperación y algunas experiencias tristes.

Historias como las de Javier que me llenan de luces de matices cada vez más fuertes, historias que si fueran conocidas por más personas llenarían más corazones de colores y permitirían entender mejor lo que es vivir bajo ese arcoíris luminoso, saber que el mundo es más diverso de lo que nos contaron, compartir esa alegría y esa vida con respeto y así llegar a estar un poquito más llenos de amor, que tanta falta le hace a nuestro  país.